Vengo de pasar unos días en Italia, el país de la pizza, del todo con pomodoro y no he podido evitar reflexionar de nuevo sobre un tema que me llamó mucho la atención cuando lo escuché por primera vez.

¿Qué estamos comiendo realmente cuando abrimos una lata o un tetrabrik de tomate, añadimos ketchup a nuestro plato o degustamos una pizza?

Ni más ni menos que puros tomates industriales que nadie nunca ha visto, que circulan en barriles de un continente a otro y que toda la humanidad consume.

Pero ¿de dónde salen? ¿Quién los cultiva y quién los cosecha? 

Admito que de vez de cuando empleo tomates de bote por comodidad y ahorro de tiempo, pero después de haber leído sobre este tema me lo pienso varias veces antes de hacerlo y si puedo evitarlo lo hago.

 

El tomate como símbolo de la globalización

 

Resulta que los tomates industriales no tienen nada que ver con los tomates que compramos en un mercado o directamente de un agricultor.

Han sido sumamente manipulados con fines meramente económicos:

  • No son redondos sino ovalados
  • Contienen menos agua
  • La piel es más gruesa
  • Y sobretodo, el tomate industrial es bastante más duro para que pueda resistir los golpes durante sus largos viajes por el mundo.

El tomate se ha convertido en símbolo de la globalización y el origen se remonta a la época en la que los emigrantes italianos introdujeron el tomate en los Estados Unidos.

La marca Heinz fue la primera en estimular la expansión de los preparados a base de tomate a nivel mundial.

Aunque la globalización del tomate es muy reciente, ha sido especialmente durante los últimos 50 años que la producción de tomate industrial ha llegado a superar las 65 mil millones de toneladas ¡al año!

Los tomates se cultivan de forma masiva en China y la cosecha la llevan a cabo presos, niños y jornaleros.

Después del procesado el producto resultante, que suele ser tomate concentrado, se exporta a Italia, donde se sigue procesando añadiéndole agua y sal.

Y entonces, tachín, tachín…le plantan la etiqueta: “Made in Italy”.

El negocio se ha vuelto tan lucrativo que hasta las mafias han puesto el ojito en la preciada salsa roja.  

Todo lo que te cuento sale de la investigación realizada por el escritor francés Jean-Baptiste Malet que recorrió durante dos años los confines de China a Italia, de California a Ghana. Se reunió con comerciantes, recolectores, contratistas, campesinos, genetistas y fabricantes de máquinaria e incluso militares.

Estuvo en guetos donde el trabajo de los cultivos lo realizan los inmigrantes. Las conserveras que manipulan el concentrado incomestible lo disfrazan con aditivos sospechosos.

Si quieres profundizar en ello te recomiendo que leas su libro titulado El imperio del oro rojo

 

¿Y para que te cuento todo esto?

 

Para lo mismo que digo siempre: para que tomemos conciencia. Es la única menera de dar el primer paso para que la cosas cambien.

Si no sabemos de donde venimos no podemos saber a dónde vamos.

Y después de ser conscientes podemos actuar en consecuencia.

Estamos completamente enganchados a la comida industrial sin darnos ni cuenta. Sé que ha llegado el momento de que vayamos dando pequeños pasitos para poner orden en este caos alimentario que impera.

 

La importancia de comer local

 

 

 

Uno de los primeros pasos que podemos dar es comprar y comer local.

Abramos los ojos de una vez por todas: el único beneficio de la comida industrial es económico para aquellos que la fabrican.

A nivel nutricional su valor es inexistente.

Haber perdido el contacto con el origen de nuestros alimentos afloja todavía más del vínculo con la vida que nos rodea.  

“Nuestra vida está intrínsecamente ligada a la red de la vida y de ecosistemas que dan lugar a nuestra comida. Obviar esto es olvidarte de ti mismo. Gandhi”

Lo bueno es que la idea de que comer local empieza a prosperar en cada vez más personas y proliferan el comercio de proximidad, los huertos colectivos, la compra directa del agricultor, las tiendas de alimentos a granel y los llamados productos Km 0.

Esto es una gran noticia que celebro cada día porque no tiene más que ventajas:

 

#1. Más nutrición en tu plato

Cuanta más corta es la cadena, mejor se conservan las propiedades nutricionales de los alimentos, más frescos y sabrosos son.

Qué diferencia de sabor y aroma entre los tomates recién cosechados o los protagonistas de este artículo, cuyo crecimiento es forzado, vienen de no se sabe dónde y que llevan días de viaje en camiones frigoríficos.

 

#2. Mejor para el medioambiente

De libro: a menos transporte menos contaminación y menos embalaje. El el impacto positivo que trae en cuanto a emisión de partículas tóxicas en el ambiente no es desdeñable.

 

#3. Ahorro de dinero

Aunque parezca mentira, comprar local y de temporada puede resultar más barato al reducirse los intermediarios y los costes de transporte y embalaje.

Haz la prueba y compara. Creo que te vas a sorprender.

 

#4. Apoyo a los productores locales

Además de las ventajas ya mencionadas, comprar local es colaborar para que los pequeños emprendimientos de productores locales salgan adelante, preserven, no sólo su identidad y sus valores tradicionales, sino el propio el medio rural que es el medio de vida para muchas personas.

Si desaparecen ellos, nos veremos prácticamente obligados a dejar nuestra alimentación en manos de la industria y ese sería, en mi opinión, el principio del fin.

A modo de anécdota te contaré que este verano pasé unos días con mi familia en un pueblecito de Cantabria que conozco desde que era niña. Hicimos buenas migas con el ganadero que vivía al otro lado de la calle porque los niños estaban locos por ir a ver las vacas, los conejos y las gallinas.

Así que cada tarde acudíamos puntuales a la cita con Fernando y el ordeñado de las vacas.  El nos contaba alegre las vicisitudes de su vida como ganadero, orgulloso de que alguien se interesara por su duro trabajo.

Y yo volvía a casa cada tarde con la misma pregunta:

¿Por qué esta gente (ganaderos y agricultores), que trabaja como bestias, todos lo días del año, para dar de comer a la población, ósea, a todos nosotros, ganan una miseria, malviven de las subvenciones que les dan los gobiernos y que otros ganen millones, por ejemplo, por dar cuatro patadas a una pelota?

No me gusta caer en juicios, pero no pude evitar que me invadieran este tipo de reflexiones.

 

Conclusión

Como siempre digo, hay mucho más que está en nuestras manos de lo que pensamos.

El cambio es posible si lo generamos entre todos.

Ya sabes, cuando tu cambias, todo cambia ?

Todavía recuerdo la primera tienda a granel que abrió en mi ciudad. Nadie daba un duro por ella y ahora se ha convertido en todo un referente.

Venga, anímate y cuéntame: 

¿Conoces otros ejemplos como este que quieras compartir?

¿Qué opinas del comercio de proximidad?

¿Te cuesta comer local?

Me encantaría saber tu experiencia en este sentido, así que ¡te espero en los comentarios!

Un abrazo,

kiki firma

 

 

 

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Soy Kiki Nárdiz, coautora del blog Rewilding Drum, desde el que comparto estrategias y herramientas para ayudarte a salir del automatismo y a recuperar la energía vital a través del contacto consciente con la naturaleza. Te regalo mi guía “7 errores que te alejan de tu naturaleza salvaje y cómo solucionarlos”.

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