De pequeño, mi desayuno típico era un bocadillo de queso y un vaso de leche con cacao. Jamás se me pasó por la cabeza (y menos por la de mis queridos padres) cuestionar esa forma de empezar el día. Era el desayuno de “toda la vida”.

Aunque eso de “toda la vida” es muy cuestionable. Mucho me temo que desayunar es algo relativamente nuevo.

En las sociedades cazadoras-recolectoras, primero se iba a por comida (cazar, recolectar) y después se comía. No empezabas ya tu día con la panza llena.

Incluso más adelante, tras la introducción de la agricultura, las personas que trabajaban en el campo, primero trabajaban en el campo y después desayunaban o almorzaban. En el libro Ser salvaje en el siglo XXI ampliamos un poco más el tema.  

Desde la revolución industrial, la cosa ha ido de mal en peor.

Es preocupante observar como nuestra gama de desayunos, a lo largo de la historia, se ha ido reduciendo  hasta llegar a la simple tostada mañanera o a los granos de cereal (los copos de maíz y compañía ni los menciono porque del pobre cereal me temo que queda bien poco).

Pareciera que nuestra sobreestimulada cabecita no dé más de sí para encontrar otras opciones.

Aunque a la mayoría le parezca impensable a la par que imposible, sí, hay alternativas al pan y a los cereales. Vamos a verlas enseguida.

 

¿Y para qué hace falta una alternativa? ¿No está bien desayunar de este modo?

 

Mucho me temo que no, aunque durante años nos hayan hecho creer lo contrario y estos productos sigan ocupando un sitio de honor en la patética pirámide nutricional.

Las razones por las que desayunar de este modo es desaconsejable son diversas:

  • Desde el punto de vida evolutivo, no nos hemos adaptado aún a comer las enormes cantidades de cereal que se ingieren hoy en día en sus diversas formas pero sobre todo ultraprocesados (pan, pastas, bollería, pizzas).

Nuestro alimento ideal sigue siendo la fruta y la verdura y, de tanto en tanto, los productos animales de alta calidad poco procesados.

La introducción de la agricultura es paralela a la aparición de enfermedades relacionadas con la dieta como la hipertensión, la obesidad o la diabetes.

  • Los cereales y sus derivados aportan una gran cantidad de calorías en forma de hidratos de carbono que elevan rápidamente el nivel de azúcar en la sangre. No solo pondremos patas arriba el equilibrio hormonal encabezado por la insulina, sino que la sensación de hambre llegará mucho más rápido con el típico bajón de media mañana cuyo resultado es comer más. Y ya sabes en lo que se convierte el exceso de azúcar en sangre, ¿no? Exacto. En grasa.
  • Muchos cereales contienen antinutrientes que impiden o ralentizan la absorción de ciertos minerales además de dañar el intestino. Entre ellos tenemos, por ejemplo:

           – El ácido fítico: dificulta la absorción de hierro, calcio, zinc y magnesio.

          – El gluten: es una proteína presente en muchos cereales que favorece la inflamación y la enfermedad en personas intolerantes (dermatitis, dolor en las articulaciones, celiaquía).

  • El trigo ya no es lo que era. En los últimos cuarenta años la planta ha sido modificada de tal manera para adaptarse a la sequía, el calor o el frío, que el trigo moderno no puede sobrevivir de forma silvestre: necesita la intervención humana para crecer. Esto pasa ya con muchas plantas domesticadas, pero el trigo es, din duda, una de las más maltratadas. 

Si después de leer todo esto te ha invadido el pánico, no te preocupes que las alternativas son muy sabrosas. Solo hay que hacer un pequeño click mental y atreverse a probar otras cosas.

 

¡Horror! Pero entonces, ¿qué como?

 

Gracias a nuestros viajes hemos compartido costumbres y desayunos con diferentes pueblos autóctonos. Gracias a ellos empeazmos a abrir nuestra mente y no solo en lo que a comida se refiere.

Por ejemplo, durante nuestra estancia con los indios anishnabe en Canadá, tomábamos un café por la mañana y después se salía a pescar, se recogían arándanos, hojas y raíces por el camino. Luego ya se encendía un fuego y se degustaba la pesca allí donde estuvieras, o se llevaba al campamento para compartir. Nunca hubiera imaginado que desayunar pescado me iba a parecer tan exquisito.

En Mongolia, el primer día, nada más llegar, nos pusieron para desayunar cordero con arroz. He de decir que estaba muy rico aunque me sentó como un tiro. A mi estómago, poco acostumbrado a desayunar de ese modo, le resultó demasiado pesado. Eso sí, a los pocos días nos fuimos  acostumbrando a comer cordero a cualquier hora del día.

Por no hablar ya de los inuit. Ni pan, ni fruta, ni verdura. Sopa de foca. ¡Ahí queda eso!

Pero no te preocupes, no te vamos a proponer sopa de foca para el desayuno. Aunque sí te vamos a pedir que tengas una mente abierta, que escuches a tu cuerpo y que hagas lo que hagas, lo disfrutes.

Ahí van las siete propuestas.

 

#1. No desayunar

 Vaya, ya estaba contento por librarme de la sopa de foca y ahora resulta ¡que no se desayuna! 

A Kiki, por ejemplo, desayunar le roba energía. Por ello prefiere empezar a comer solo si tiene hambre, lo cual no suele ser hasta las 11 o 12 del medio día. 

A pesar de haber escuchado toda nuestra vida lo contrario, desayunar, o por lo menos, hacerlo tan temprano, siempre le ha parecido antinatural. 

Yo en cambio prefiero empezar el día con un buen desayuno porque suelo levantarme con hambre.

No hemos de olvidar que nuestro cuerpo lleva a cabo intensos procesos biológicos nocturnos, entre otros, el de depuración de desechos. Esta labor termina sobre las 11 de la mañana por lo que es aconsejable no sobrecargar el organismo con comida muy densa antes de esa hora.

Aunque, ¡ojo!, si lo tienes, come.

Además, empezar el día en ayuno favorece la concentración, el aprendizaje, la claridad mental y la memoria. A no ser que tengas un hambre voraz que te impida funcionar puedes hacer la prueba.

Intenta trabajar o hacer deporte antes y después de desayunar y notarás la diferencia en este sentido.

Como especie estamos muy bien adaptados a ayunar e incluso es una practica necesaria para la regeneración del organismo. Por ello es tan recomendable el ayuno intermitente. 

Pero una vez más, lo más importante es que escuches tu cuerpo.

 

#2. Fruta

Las posibilidades que ofrece la fruta como desayuno son inmensas, especialmente en verano. La fruta es ligera, fácil de digerir (para la mayoría) y de asimilar. Su digestión no te demandará demasiada energía, la cual, podrás utilizar para otros menesteres.

Además, es un alimento vivo y una fuente esencial de nutrientes y de luz (biofotones).

Puedes comer un par de piezas o prepararte algo más elaborado como un buen plato de fruta de temporada, dependiendo del tiempo del que dispongas.

Para mayor saciedad puedes añadirle alguna grasa en forma de:

  • yogurt
  • leche de coco
  • semillas (chía, sésamo, cáñamo, lino…).

Para potenciar el sabor las hierbas aromáticas frescas son tus grandes aliadas. Picadas muy finas liberan mejor todas sus esencias. Elige la que más te guste: melisa, hierbabuena, menta, albahaca, romero… 

 

#3. Huevos

El huevo es uno de los alimentos más completos que hay. Es una fuente de proteína muy completa, aporta gran cantidad de vitaminas (A,D,E,K, B2,B5, B11, B12) y minerales (fósforo, potasio, hierro, zinc, selenio).

Las posibilidades son muy numerosas:

  • Huevo duro si tienes prisa,
  • Tarta de verduras (sin masa y que puedes preparar la noche anterior)
  • Tortilla de hierbas aromáticas, o nuestra preferida:  añade perejil, albahaca, cebollino, cilantro o silvestres comestibles (ortigas, llantén, ajo ursino, aliaria, diente de león…). Si además la cocinas con un buen aceite (coco, oliva) tendrás un desayuno muy nutritivo, completo y lleno de sabor. Si tienes mucha hambre y una tortilla te parece poca cosa, puedes añadirle harina de coco y acompañarla de una ensalada a tu gusto (tomates, pepinos, aceitunas…).
  • Si eres vegetariano puedes sustituir el huevo por un aguacate maduro, que mezclarás también con las hierbas o con lo que te apetezca.
  • Crepes: el fin de semana nos encanta hacer crepes con harina de castaña o con plátano. ¡Deliciosos! Pero solo el fin de semana ¿eh? Recuerda que queremos mantener la glucosa a raya desde por la mañana.

Empezar el día comiendo proteína, que en su estado natural siempre va asociada a una grasa, tiene la ventaja de que tiene una mayor capacidad saciante y permite un mejor control de la glucosa en la sangre.

Por el contrario, si empiezas el día con grandes cantidades de azúcar (pan, crema de chocolate, cereales azucarados, bollería, galletas…) ocurre lo que ya comentamos más arriba: baja el nivel de energía, se tiene hambre antes, se acaba comiendo más y el exceso de azúcar en el organismo se convierte en grasa.

 

#4. Omega 3

Si tienes la suerte de poder conseguir buen pescado, ¿por qué no incorporarlo como desayuno? Se hace muy rápido o se puede dejar hecho la noche anterior y acompañarlo con una buena ensalada. 

Como comentado en el punto anterior, es mucho más saludable empezar el día comiendo una proteina que hacerlo ingiriendo grandes cantidades de azúcar.

El pescado es ademas muy nutritivo: es rico en minerales, en especial yodo, zinc y selenio, vitaminas A y D y se digiere facilemente.

Pero uno de sus nutrientes más interesantes son sin duda los ácidos grasos omega 3, imprescindibles para el buen funcionamiento del cerebro y para reducir la inflamación de bajo grado, tan presente en buena parte de la población occidental.

Si bien es cierto que el mar está cada vez más contaminado, todavía hay pescados que se pueden consumir de forma más o menos segura (niveles bajos de metales pasados, en especial, de mercurio) como las sardinas, los boquerones, la merluza, la trucha de río o el salmón salvaje (no de piscifactoria). Algunos moluscos como los mejillones están también poco contaminados.

Sobre lo que sí parece haber consenso es sobre el mayor beneficio de comer pescado frente a los riesgos.  

 

#5. Batidos

 

El es rápido, socorrido y muy nutritivo.

No se trata de echar de todo sin ton ni son. Menos es más y mejor para la digestión y la asimilación, por lo que recomedamos utilizar solo cuatro ingredientes:

  • 1 fruta
  • 1 tipo de hoja verde al gusto: la clorofila es la clave para mantener los antojos de  dulce a raya.
  • líquido: agua, leche vegetal, agua de coco, infusión de la hierba que más te guste
  • 1 tipo de semilla o una cucharada de aceite (coco, lino, avellana…) o una cucharada de crema de frutos secos (almendra, anacardo, avellana…) para incrementar el aporte nutricional, la saciedad y el sabor.

De este modo tienes todos los nutrientes en un solo vaso y además está delicioso.

 

#6. Ensalada

 

En los punto anteriores hemos hablado ya de ensaladas para acompañar, pero puedes desayunar perfectamente una ensalada. 

Esta es una opción muy apetecible en verano. En la foto tienes una de nuestras preferidas, pero las combinaciones son infinitas. Adáptalas a tu gusto y disfruta de un buen plato de nutrientes y agua: 

  • sandia troceada
  • pepino cortado en dados
  • queso tipo cottage o crema de aguacate (aguacate, zumo de limón, sal y pimienta)
  • semillas de cánamo 
  • aceite de oliva y sal al gusto.

A muchas personas no les apetece el dulce por la mañana. Si es tu caso, cambia la fruta por verduras frescas.

¡A nosotros nos encanta esta alternativa!

 

#7. Sopa

Si la ensalada es ideal para el verano, la sopa es un desayuno perfecto para el invierno. 

Personalmente admito que desayunar sopa no es lo mío, sin embargo, Kiki lo hace muy a menudo porque es más de salado que de dulce y una sopa bien calentita cuando el hambre acecha tiene muchos beneficios:

  • es rica en agua por lo que hidrata el organismo
  • en fibra, vitaminas y minerales
  • es saciante
  • puedes hacer mucha cantidad para varios días
  • se digiere facimente

 La sopa la puedes hacer cocinada o en crudo si dispones de poco tiempo. 

Esta última opción te aporta un extra de energía ya que la mayoría de ingredientes son vivos. Aquí tienes un ejemplo muy fácil y rico:

  • 1 aguacate
  • 1 zanahoria rallada
  • agua templada
  • el zumo de un limón
  • un chorro de aceite de oliva
  • al gusto: comino, curcuma, jengibre, sal y pimienta.
  • Batir

Si nunca has tomado sopa cruda te va a sorprender su exquisito sabor y textura. 

Otra opción, más invernal, es el caldo de huesos, igual que el batidos ¡muchos nutrientes en un solo vaso! pero en versión salada.

 

Conclusión

 

Escuchar de lo que tu cuerpo te pide es primordial, pero tener una mente abierta a otras posibilidades también.

Juega, experimenta y haz lo que te siente bien y con lo que te sientas a gusto y lleno de energía.

 

Ahora es tu turno

 

¿Has probado ya otras formas de desayunar?

¿Las compartes con nosotros?

¿Cual es tu desayuno preferido y el que mejor te sienta?

Un abrazo,

Bert

 

 

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Soy Bert Poffé, coautor del blog Rewilding Drum, desde el que comparto estrategias y herramientas para ayudarte a salir del automatismo y a recuperar la energía a través del contacto consciente con la naturaleza. Te regalo mi guía “7 errores que te alejan de tu naturaleza salvaje y como solucionarlos”.

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