No sé en tu zona, pero aquí se ha presentado el otoño con una puntualidad un tanto abrupta.
Si hace hasta tres días estábamos todavía haciendo vida en el jardín, el mismito día del equinoccio de septiembre nos invadieron la lluvia y el viento y tuvimos que sacar precipitadamente la ropa adecuada.
Ya he comentado en otras ocasiones como hasta hace algunos años me pesaba la llegada del otoño y la vivía con más pena que gloria.
Adiós a los largos días de verano, a la luz infinita de los atardeceres, a las cortas noches llenas de vida y bullicio.
Me entristecía la vuelta a la rutina, el adiós a la luz, y admito que me dejaba invadir con facilidad por una especie de melancolía.
Sé que estos sentimientos son comunes a muchas personas en esta parte del mundo, especialmente en las sociedades occidentales.
Se acuñan términos, tipo “depresión postvacacional” por la bajada el ánimo y el aumento de la apatía.
En mi opinión, lo que realmente ocurre es que nos hemos empeñado en vivir eternamente en verano. Y eso tiene serias consecuencias…
Te lo explico enseguida.
Todo es perfecto
A estas alturas y en esta comunidad, ya somos más que conscientes del malestar, inconsciente o no, que nos produce la desconexión de la naturaleza.
Pero no solo de ella si no de la propia vida, de su fluir y sus etapas perfectas e incuestionables.
La llegada de los equinoccios y de los solsticios nos recuerdan que la vida es cambio, que nada es estático, que hay unos ciclos que se suceden irremediablemente, nos guste o no nos guste.
Y ahí es cuando se nos suele colar un personaje al que nadie ha invitado: el sufrimiento.
Sufrimos porque nos empeñamos en querer cambiar constantemente la realidad a nuestro antojo, hasta incluso a veces, llegar a despreciarla. Es una tarea quijotesca que nos deja exhaustos y tristes.
En lugar de aceptar y abrazar lo que cada momento nos trae, tratamos de modificar desesperadamente lo que creemos que no nos conviene.
¿Y si resultara que todo es perfecto?
¿Y si la naturaleza nos estuviera enseñando a abrazar lo que viene y a confiar en que todo está bien?
¿Y si simplemente fueran nuestros pensamientos y nuestra cabeza loca los que producen todo ese malestar?
Personalmente, cada vez estoy más convencida de ello y lo experimento casi a diario.
La simple observación del medio natural me está llevando por caminos de comprensión y admiración que nunca antes me hubiera imaginado.
¿Qué energía nos regala el otoño?
Si en vez de ese comportamiento absurdo abrazamos lo que es, en este caso el otoño, y somos capaces de descubrir su energía y dejarnos envolver por ella, probablemente las cosas cambiarían y mucho.
Dejaríamos de luchar contra molinos de viento y abrazaríamos la belleza que se esconde en cada momento, en cada estación, en cada rincón de nuestra vida.
Te pongo un ejemplo.
Observemos los árboles.
¿Qué ocurre en otoño?
Las hojas van cambiando poco a poco su color, la clorofila va dejando paso a los bonitos pigmentos amarillos y rojizos, flavonoides y antocianinas en estado puro.
Más adelante caerán para dejar sitio a las que nacerán de nuevo en primavera.
Esta es la parte visible del árbol, pero ¿qué ocurre debajo?
La raíces, lejos de irse dormir, llevan a cabo una frenética actividad de almacenamiento acumulando los nutrientes necesarios para sobrevivir en invierno.
Y así, aunque observando las plantas y los árboles durante nuestros paseos otoñales pudiéramos pensar en algo muerto y descolorido, nada más lejos de la realidad.
Lo que ocurre es que la vida pasa de tener lugar fuera a tener lugar dentro.
¿Qué nos está enseñando todo esto?
Que el otoño es tiempo de regeneración y transformación.
Es tiempo de soltar para avanzar.
La falta de luz en el exterior nos permite el recogimiento para conectar con nuestro interior.
Nos invita al descanso, a la quietud, a la serenidad.
También es el momento de cosechar los frutos que plantamos en primavera.
Por eso el otoño se corresponde con el elemento tierra.
¿Qué plantaste entonces? ¿Qué estás recolectando hoy? Estas preguntas valen tanto en sentido literal como figurado.
Solo tú tienes las respuesta, pero si no te permites parar, no podrás averiguarlo.
A continuación te cuento las invitaciones y los aprendizajes que nos trae la estación que acabamos de estrenar
¡A limpiar se ha dicho!
Es tiempo de limpieza a todos los niveles, tanto exterior como interior.
1/ Empezamos por el exterior
Es el momento perfecto para activar esta energía dentro de tu hogar y son muchos los gestos que puedes lleva a cabo:
- Ventila bien todas las estancias creando corriente.
- Limpia bien hasta el último rincón.
- Después deshazte de todo aquello que ya no te hace feliz. No te lo pienses dos veces. Dona, regala, recicla o tira.
¿Que no tienes tiempo? Dedica 15m al día (cronométralos) a esta labor y ve estancia por estancia.
Te impresionará los avances que pueden lograrse en tan poco tiempo. Quédate con poco pero que realmente te haga feliz.
La idea, al igual que pasa con los árboles es dejar sitio para que entre lo nuevo desapegándote de lo que ya no pinta nada en tu vida.
- Cambia la decoración: nosotros, por ejemplo, tenemos pocos muebles y los cambiamos de sitio cada dos por tres, en especial cuando queremos renovar la energía para emprender algo nuevo.
Pero sobre todo lo hacemos con el cambio de estación. Cambiando muebles y con la ayuda de un par de textiles y algunos elementos naturales de decoración otoñal (piñas, castañas, ramas, hojas secas…) puedes lograr un ambiente muy cálido y acogedor que te va a ser de gran ayuda durante la limpieza interior.
2/ Vamos ahora con la limpieza interior
Es hora de hacer balance.
La parte externa descansa para que podamos trabajar las raíces.
Es hora de mirar adentro, pero, cuánto nos cuesta esto ¿verdad?
Sobre todo en un momento evolutivo en el que las distracciones invaden nuestra vida y es tan complicado gestionarlas.
Pero para eso tenemos al gran maestro del otoño.
- Analiza lo que realmente es importante para ti y decide lo que vas a dejar ir, no solo cosas materiales, como hicimos arriba, si no también personas, actividades, situaciones, emociones que te merman y te hacen daño, para dar paso a todo lo nuevo y bueno que está por venir.
Estas limpiezas son importantísimas porque nos llenan precisamente de esa energia que creemos que se nos espacapa con la llegada del otoño, pero no es así.
La energía va a venir de dentro, de la introspección y de la depuración.
La melancolía propia de esta estación viene por aferrarnos a lo que no es, al pasado, a hábitos y emociones que en el fondo nos lastran y no nos permiten avanzar.
- Aliméntate bien a todos los niveles: empieza por el cuerpo físico optando por alimentos frescos de temporada.
El otoño nos trae muchos frutos, pero uno de los más energéticos para esta época son las raíces y los tubérculos: zanahorias, nabos, boniatos, remolachas, rábanos y rabanitos.
Pero por supuesto que también es tiempo de calabazas y coles que tantos nutrientes nos aportan.
Aprovecha para decir adiós de una vez por todas a los alimentos industriales, ladrones de energía donde los haya.
No te olvides tampoco de cosechar tus raíces medicinales, como las de valeriana en caso de que tengas problemas de sueño.
Si es el caso, recuerda que lo primero que hay que hacer es sincronizar con la naturaleza y cambiar hábitos y estilo de vida.
- Y una vez hecha la limpieza y con el cuerpo físico bien alimentado, te vas a ocupar de nutrir tu espíritu, esas raíces que harán posible la nueva vida en primavera .
¿Y esto cómo se hace?
Pues de una manera muy sencilla:
- te vas a cuidar y mimar,
- vas a descansar,
- te vas a permitir tener un espacio en el que disfrutar de tu propia compañía, y no tiene por que ser un espacio físico, puedes ser un paseo por el bosque o por el parque que más te guste,
- haz acopio de lecturas que te inspiren y te llenen de energía,
- haz cada día algo que te llene y te de satisfacción, aunque sean 15 minutos,
- cultiva el silencio, recuerda que estamos de introspección y lo necesitamos para poder conectar con lo más hondo de nuestras raíces.
En ningún momento pienses que estás perdiendo el tiempo, todos estos pasos te van a permitir recargargar la batería, en lugar de dejarte invadir por la melancolía.
Conclusión
La sociedad occidental necesita mucho de la energía calmada del otoño.
Nos hemos empeñado en vivir siempre en verano, de cara al exterior, expuestos a todas horas a una intensa luz y a estímulos agotadores, no nos permitimos ni parar ni descansar y mucho menos trabajar la introspección para descubrir quién somos realmente y qué queremos hacer con nuestra vida.
Creemos que es una pérdida de tiempo cuando en realidad nos aterra lo que podamos encontrar “ahí dentro” y tener que hacerle frente.
Por eso hoy quiero invitarte con este artículo a que abraces el otoño, que no le opongas resistencia, que aprendas a beneficarte de su acogedora energía y que descubras lo que es importante para ti.
Estar en sintonia con cada estación es estar en equilibrio, es paz y serenidad.
Y ahora sí, me despido de ti por ahora deseándote un cálido otoño.
Un abrazo muy grande,
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Me ha gustado mucho tu artículo del otoño.Estoy de acuerdo contigo al 100/100 y nunca he sentido pena ni melancolia con su llegada, será que acabo del verano y del calor hasta ni te digo donde. No entiendo esa obsesión de vivir siempre en verano. La Naturaleza es muy sabia . Y como tu dices hay que estar en sintonia con cada estación.Bienvenida al Otoño, abrazo el Otoño.
Algunos de tus consejos seguiré, Haré una limpia por dentro y por fuera, (dentro de lo que puedo).
He visto el video y de las 10 cosas que ya no compras, bueno, en parte tienes razón y cuando he leido los comentarios……por favor deja una silla para miiiiii.
Besiscos.
Hola Vera Cruz,
me alegra mucho que te haya gustado, es verdad que en zonas donde hace mucho calor la gente sueña con el cambio de estación para volver a respirar después del intenso verano.
Y en cuanto a las sillas, no te preocupes que alguna queda viva, jajaja!
Un abrazo muy grande,
Kiki