¿Quién no ha pensado alguna vez en cambiar o mejorar su estilo de vida para sentirse más vital o más a gusto consigo mismo?

¿Cuántos lo hemos intentado en más de una ocasión y por h o por b hemos acabado fracasando y volviendo a lo de siempre?

¿Por qué? ¿Qué se esconde detrás de ese comportamiento tan poco alentador?

¡Ay, esa vocecita que no nos deja en paz, nos frena y nos mantiene en lo de siempre!

Seguro que la conoces y que más de una vez te ha susurrado que ni lo intentes, que no vale la pena.

Y tú, en piloto automático, entras en su juego y te descubres diciendo:

“Me encantaría, pero:

–          no tengo tiempo

–          no sé cómo hacerlo

–          no tengo dinero

–          me da pereza

–          empiezo con muchas ganas pero al poco abandono

–          me da miedo lo que piensen lo demás

–          temo ser rara y que me critiquen

–          no voy a ser capaz”

En realidad, no lo hace con mala idea. Su función es protegernos, pero hay que aprender a estar alerta, reconocerla y no dejar que gobierne nuestras vidas.

Tu vida es tuya y solo hay una. Por lo tanto, es muy importante aprender a desmontar a ese personajillo de charla infinita que nos impide avanzar hacia nuestras metas.

El problema es que, a la mayoría, nadie nos enseñó cómo hacerlo.

Esas herramientas útiles que nos facilitan la vida no te las enseñan en la escuela.

Por ello quiero hablarte de lo que he aprendido al respecto, pero, sobre todo, ofrecerte claves prácticas para desbloquear esos frenos.

  

Lo siento mucho, pero querer no es poder

 

Si quieres ¡puedes!

Qué manoseada está esa frase y qué poco acertada es.

¿Quién no quiere ser feliz, mejorar, cambiar de estilo de vida, dejar de fumar, comer más sano, tener relaciones satisfactorias, etc.?

¿Cuántos logramos todo lo que queremos?

Échale un vistazo al mundo y tendrás una respuesta inmediata.

No, querido lector. Querer no es poder.

 Creer es poder.

Todo aquello que no logramos en la vida se debe a que no creemos que es posible. ¡Toma ya!

La primera vez que fui consciente de esto me quedé patidifusa. Al principio mi reacción fue: “sí, anda”.

Pero después me empecé a dar cuenta del poder oculto que había detrás: no somos marionetas en las juguetonas manos del destino, podemos hacer algo, podemos cambiar nuestras creencias y así ¡obtener distintos resultados!

¿No es maravilloso y liberador?

Pues venga, toma nota del primer truco:

Truco #1: Si no logras cambiar de estilo de vida, analiza qué creencias puede haber detrás para después cambiarlas.

Te pongo algunos ejemplos, pero hay millones, tantos como personas en el mundo:

“es muy complicado”

“es difícil de combinar con la vida social”

“hacer ejercicio es muy aburrido”

“no tengo fuerza de voluntad»

«son los genes»

“los demás me van a criticar”

“para estar sano hay que comer de todo”.

¿Qué hay detrás de esas creencias? Cuestiónatelas y averigua si realmente tienen fundamento.

No es un trabajo fácil, pero es un trabajo liberador, así que no dejes de hacerlo.

 

Una baja autoestima

 

¿Cuánto te estimas? ¿Cuánto crees que vales?

Las respuestas a estas preguntas son vitales porque según la opinión que tengas de ti mismo actuarás de una manera o de otra y obtendrás unos resultados u otros.

 Si te crees valioso te protegerás para que los factores externos no tengan el poder de mermar tu valía.

De lo contrario tolerarás situaciones injustas, incluso de abuso.

Trabajar la autoestima es fundamental para llegar lejos en el camino de la vida.

Pero, ¿por dónde empezar? Aquí viene el segundo truco:

Truco #2: Haz lo que te propones.

Hay varios niveles de autoestima, pero el más básico se logra cuando haces lo que te propones.

Cuando no haces lo que dices que vas a hacer, cuando no logras tus metas, por pequeñas que sean (desde hacer esa llamada hasta organizar aquel taller), empiezas a creer que no eres capaz.

En cambio, si lo haces, sabes que puedes confiar en ti, en tu palabra, que eres capaz de lograr lo que te propones, que puedes contar contigo.

Te propongo un ejercicio de autoestima inmediata que te da energía para avanzar:

  • Coge tu agenda y escribe cada día una cosa sencilla y realista que vas a cumplir. No se trata de la lista de cosas pendientes tipo “ir a la compra” o “ir al dentista” sino cositas que sabes que te van a proporcionar mucha satisfacción una vez hechas.
  • Revisa al final de la semana cómo ha ido.
  • Después, responde a esta pregunta: ¿Puedes contar contigo?

  

La falta de foco

 

Otro de los típicos bloqueos que nos impiden avanzar es la inconstancia.

¿Cuántas veces hemos empezado una actividad con entusiasmo y al poco tiempo lo hemos dejado y vuelvo a retomar y vuelto a dejar?

¿Te suena?

Entonces déjame que te cuente algo. La falta de constancia NO tiene nada que ver con la falta de voluntad.

La falta de constancia tiene una causa muy precisa:

 Perder de vista nuestro objetivo.

Me explico.

Imagínate que por fin has decidido ponerte en marcha. Estás hasta el moño de la vida sedentaria, de entrar en letargo delante de la tele, de comer lo primero que se te pone por delante, de la rutina, de tu trabajo, de lo que sea.

Te has propuesto cambiar determinado tipo de hábitos, tienes motivación y fuerza para seguir adelante pero, al cabo de las semanas, empiezan a surgir los primeros obstáculos:

  • te invitan a una barbacoa
  • caes enfermo
  • tu pareja te dice que estás como un cencerro y que por qué no comemos lo de siempre
  • tus hijos no quieren ni oír hablar de dejar de comer cereales azucarados para desayunar

Se te empieza a hacer un mundo.

Los árboles (léase “obstáculos”) te impiden ver el bosque (léase “objetivo”). Te paras. Abandonas. Otra vez.

Te enfadas contigo mismo, con tu amigo por invitarte a la dichosa barbacoa, con tu pareja por falta de empatía, con tus hijos por folloneros y pierdes la energía y, sobre todo, el foco.

Pierdes de vista lo que querías conseguir. Te pierdes en los obstáculos.

¿Para qué habías empezado tu cambio de estilo de vida? ¿Te acuerdas?

¿Para tener más energía y vitalidad?

¿Para recuperar el control de tu vida?

¿Para sentirte en paz con tu cuerpo?

¿…?

Toma nota del siguiente consejo:

Truco #3: Mantén a la vista tu objetivo.

Para ello hay un ejercicio muy sencillo: encuentra un objeto, una frase o una canción (o los tres) que te recuerden constantemente tu objetivo.

De este modo, en cuanto el árbol te impida ver el bosque, recordarás para qué te metiste en esto y recuperarás la energía y la motivación para perseverar.

 

La indecisión tiene un precio

 

La indecisión se apodera de uno en el momento en el que somos incapaces de elegir dentro de un plazo razonable.

Una cosa es decidir a lo loco, de forma impulsiva, y otra muy distinta hacerlo de forma meditada. Pero cuando esa meditación se alarga hasta el infinito y nos impide actuar hay que analizar qué está pasando.

Te pongo un ejemplo.

Recuerdo aquella chica que me contactó para que la acompañara en un proceso de pérdida de peso y tardó más de un año en decidirse.

Cuando analizamos las causas que le habían llevado a demorarse tanto en entrar en acción me di cuenta de que era un mar de dudas:

¿Y si no vale la pena?

¿Y si no consigo resultados?

No sé si a mí me funcionará.

¿Y si no es una buena inversión?

¿Y si…? No sé…

La indecisión tiene un precio:

  • tiempo de vida
  • oportunidades que se esfuman

La indecisión es un hábito ineficaz que pretende cubrir la siguiente necesidad:

 Acertar. Esta chica quería tener la seguridad de que estaba eligiendo bien, sopesando pros y contras ¡durante un año!

Resultado: un año de vida perdido que la mantenía atada al mismo lugar. Su autoestima y su energía caían en picado mientras ella se lo seguía pensando.

¿Cómo podemos superar esa necesidad de acertar?

Truco #4: tomando conciencia de que es imposible tener toda la información necesaria de antemano y de que la tragedia no es equivocarse en la elección sino perder la oportunidad por no haber actuado.

No se puede esperar a saber la opción correcta porque esta no va a llegar nunca.

Lo importante es ponerse en marcha y corregir por el camino.

Y además es muy necesario que aprendas a escuchar y a confiar en tu sabiduría interior.

El quinto consejo está relacionado con ello:

 

Truco #5: confía más en tu intuición y menos en la lógica.

La intuición es un tipo de inteligencia que nunca se equivoca.

Si te cuesta conectar con la intuición, escucha tu cuerpo. El cuerpo sabe. A veces es una punzadita, un cosquilleo, un escalofrío. Pero también, ¿qué te quieren decir ese dolor de cabeza, esa apatía, ese insomnio, esa falta de energía?

  

Tengo miedo

 

No me refiero en este apartado al miedo biológico (que se gestiona por sí mismo ante una situación de peligro).

Se trata del miedo mental. Esas películas que nos montamos porque nos imaginamos el peor de los escenarios ante lo desconocido.

Este es el miedo que nos paraliza porque creemos en algo o que algo va a pasar.

Como bien dice Katie Byron: “Si quieres tener miedo imagínate un futuro”.

Detrás del miedo mental hay siempre una (o varias) creencias no cuestionadas.

Y, hablando de citas. La que más me gusta para deshacer el miedo es esta  que oí decir a Wayne Dyer:

“El miedo llamó a mi puerta. Cuando fui a abrir no había nadie”.

Como en el punto “querer no es poder” mencionado más arriba, busca, cuestiona y analiza tus creencias y cámbialas por aquellas que te den fuerza y poder, que te pongan en modo curiosidad y te lleven a pensar que lo mejor está por llegar.

La mejor herramienta que he encontrado en este sentido es: El Trabajo, de Katie Byron. Un ejercicio indispensable para desmontar las creencias que nos paralizan y nos causan sufrimiento. Y por supuesto su libro: Amar lo que es.

 

La crítica

 

Me encanta este tema porque la crítica bien gestionada es de gran utilidad.

La crítica solo tiene una intención: hundir al contrario por inseguridad propia o por envidia.

Y no, lo siento, pero no se critica a nadie por su bien.

No es lo mismo opinar y decir: “no me gusta cómo te queda esa ropa”, que criticar a la persona y decirle: “estás horrible con ese vestido”.

Si percibes lo que se te dice con dolor y te sientes destruido, herido o mermado, sabrás con certeza que te están criticando, por mucho que el otro lo niegue diciéndote que eres un exagerado y que no te lo tomes así.  

Las personas criticonas son personas inseguras y, a menudo, envidiosas. Creen que criticando al otro pueden ponerse por encima de él.

En este sentido te voy a dar dos trucos:

 

Truco #6: Dejar de criticar y cuando te critiquen no reacciones ni devuelvas con la misma moneda.

A cambio, opina de la situación (y no de la persona) de forma constructiva.

Pero pregúntate también si la persona a la que criticas tiene algo que tu deseas. Identifica lo que es y haz algo al respecto.

 Cuando te critiquen, pregúntate lo siguiente: ¿es verdadero o falso lo que se me está diciendo?

  • Si decides que es falso, la crítica dejará de tener efecto sobre ti, incluso llegarás a reírte y hasta tener compasión por la persona que te critica.
  • Pero si decides que es cierto y verdadero lo que te están diciendo, se te está dando una pista sobre algún temilla pendiente en tu vida que debes trabajar , independientemente de lo que el otro diga o deje de decir.

Recuerdo una vez que un jefe que tuve hace años me criticó porque, según él, era una procrastinadora. Dejaba todo para el último minuto y al final tenía que hacerlo deprisa y corriendo y de cualquier manera.

A mí esta crítica me sentó muy mal, pero decidí analizar su validez. Y cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que ¡era verdad!

El hombre tenía razón y decidí trabajar ese aspecto en mí en lugar de criticarle a él y acusarle de ser un tirano descerebrado.

  

El perfeccionismo no es una cualidad

 

 

Mucha gente se cree que el perfeccionismo es una cualidad. Incluso alardean de ella cuando en una entrevista de trabajo la mencionan como algo positivo y digno de admiración.

Y nada más lejos de la realidad.

Ser perfeccionista es tener una imagen inamovible sobre cómo tienen que ser las cosas. Y en cuanto algo se sale de la casilla imaginada la persona se bloquea.

¿Qué necesidad cubre este perfeccionismo?

La necesidad de que las cosas salgan bien. Pero como nunca van a salir con esa perfección imaginada, no se hace nada, no hay acción.

Si tienes una imagen inamovible y supuestamente perfecta sobre cómo debería ser tu estilo de vida te va a costar muchísimo ponerte en marcha porque sabes que es imposible de alcanzar.

Si crees que hay que comer de una manera muy precisa, llevar una rutina estricta de ejercicios, dormir exactamente 8 horas y beber 2 litros de agua al día, por ponerte un ejemplo, lo único que vas a conseguir es que la ansiedad se apodere de ti porque no te sientes capaz de lograr eso que crees perfecto. Así que, ¿para qué lo voy a intentar?

Por lo tanto, el perfeccionismo nunca va a cubrir la necesidad de mejorar las cosas.

¿Por qué no empezar con pequeños pasos, aún cuando sean imperfectos?

Y aquí viene la siguiente recomendación:

Truco #7: La superación o mejora continua.

Mejor una idea ejecutada, aunque sea mediocre, que una idea que se queda en tu cabeza y no ve la luz. Hay que centrarse en lo que se hace bien, no en lo que se hace mal y, desde ahí, mejorar.

Simplemente, hazlo. Celébralo y mañana ¡mejóralo!

No controlamos absolutamente nada, que te quede esto muy claro.

Por último, quiero hacer también referencia a las personas fatalistas, esas que lo saben todo y que, sin bola de cristal, conocen lo que va a pasar de antemano. Y ten por seguro que va a ser malo.

Creen que tienen control absoluto sobre la situación y para evitarse el supuesto dolor que les va a traer hacer esto o lo otro, no actúan, no vaya a ser que se lleven un chasco:

“mejor no le llamo porque como no va a responder…”

“al final no voy a presentarme porque como no me van a seleccionar…”

“no voy a apuntarme al gimnasio porque no va a valer para nada”

“para qué voy a organizar ese curso si no se va a apuntar nadie”

Si sufres de fatalismo, permíteme que reitere lo dicho: no controlamos nada absolutamente.

Piensa en todas en las probabilidades que hay de que algo sea como crees.

Piensa en aquellas ocasiones en que creíste que iba a pasar algo y ocurrió todo lo contrario.

Vuelve al punto “querer no es poder” y analiza de dónde vienen tus creencias.

En este sentido, te doy el último truco.

Truco #8: Confía en la Vida.

Ten por seguro que siempre habrá factores que desconoces.

Si tienes confianza en la Vida, es más que probable que esta te sorprenda con regalos inesperados.

Y digo Vida con mayúsculas porque el campo de posibilidades es infinito. Solo falta que entres en sintonía con ella.

Hay muchos más frenos que pueden impedirte mejorar tu estilo de vida, pero estos son los que más a menudo me encuentro cuando acompaño a personas en sus procesos de cambio. 

Confío en que estas herramientas te sirvan para avanzar en tu camino y lograr ese estilo de vida que tanto deseas.

 

Ahora es tu turno

 

Me gustaría muchos que compartieras tu experiencia con esta comunidad, por ello, ¡cuéntanos!

¿Reconoces estas situaciones?

¿Existen otros frenos que quieres compartir con nosotros?

¿Crees que estas claves pueden ayudarte a desbloquearlos?

¡Seguimos hablando en los comentarios!

Un abrazo muy grande,

kiki firma

 

 

 
 
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Soy Kiki Nárdiz, coautora del blog Rewilding Drum, desde el que comparto estrategias y herramientas para ayudarte a salir del automatismo y a recuperar la energía vital a través del contacto consciente con la naturaleza. Te regalo mi guía “7 errores que te alejan de tu naturaleza salvaje y cómo solucionarlos”.

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