Para muchos de nosotros el invierno ha hecho acto de presencia y es hora de cambiar la ropa del armario. Es tiempo de jerseis, bufandas, abrigos y guantes. 

Me parece un momento estupendo replantearnos el modo de vestir. No ya desde el punto de vista minimalista y sostenible, que también, sino ir un pasito más allá y plantearnos el sentido de la ropa.

La ropa se ha convertido en mucho más que meras prendas funcionales. Para muchos forma parte de su identidad, de su pertenencia a un grupo, a una cultura. El simple hecho de vestirse constituye una forma de expresión y una señal más de comunicación no verbal.

¿Por qué te vistes?

¿Cómo te vistes?

¿Para qué te vistes?

¿En que se basan tus elecciones a la hora de ponerte una prenda?

¿Comodidad, moda, libertad de movimiento, belleza, inspiración, protección?

Creo que casi todos necesitamos pararnos un momento delante del armario y analizar la naturaleza de lo que hay dentro.

Hace dos años me decidí a hacer este ejercicio. Los criterios de análisis que me planteé fueron los siguientes:

  • Cantidad
  • Calidad (materiales utilizados)
  • Sostenibilidad
  • Utilidad
  • Libertad

Te los explico uno por uno.

 

Cantidad

Esto ya te lo imaginas. Tienes el armario atestado y no llegas a ponerte ni la mitad de lo que hay dentro. Y lo peor de todo es que abres la puerta, te quedas mirando con cara de pena y dices:

“¡No tengo nada que ponerme!”

A mí también me ha pasado cientos de veces, y eso que nunca he tenido demasiada ropa ni me considero esclava de la moda pero, aun así, un buen día, decidí cortar por lo sano y deshacerme de todo aquello que:

  • ya no me inspiraba ni me causaba emoción,
  • llevaba un siglo sin ponerme y guardaba “por si acaso”,
  • estaba hecho de materiales demasiado artificiales, como el famoso 100% poliéster.

He de admitir que me costó bastante trabajo cambiar el chip pero me ayudó mucho tocar cada prenda y sentir la emoción que me causaba, un poco como propone Marie Kondo en su método “KonMari”, que mi querida Mamen, de Universo Flow, te explica tan bien en este video. Fue muy revelador y el acelerador a la hora de desechar o no la ropa.

Todavía me queda mucho camino por recorrer y aspectos que mejorar pero lo principal es ponerse en marcha e ir progresando poco a poco.

Después del ejercicio, mi armario, mis cajones y mi piel ¡por fin respiran!

En este sentido también te puede interesar y ayudar el reto 333 de Valentina, de Valedeoro. 

 

Calidad

No al plástico y al petróleo en mi ropa (poliéster, nylon, etc.), sí a las fibras naturales (algodón ecológico, cáñamo, lino, lana, etc.).

Realizando este análisis me di cuenta de que la mayoría de las prendas que tenía pertenecían al primer grupo o que llevaban mezcladas materias de ambos grupos, lo cual, como aprendí después, hace imposible su degradación.

La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo. Nuestro medio de comunicación con el exterior. ¿Por qué no le daríamos lo mejor, igual que procuramos hacer cuando nos alimentamos? ¿Por qué la maltratamos utilizando tejidos antinaturales que nos intoxican?

A veces preferimos no saber y mirar hacia otro lado. Con tal de que sea barato y a la moda, el resto, la mayoría, ni se lo plantea. Y admito que yo he tardado muchísimo también, no solo en tomar conciencia, sino sobre todo, en actuar.

En otras entradas del blog he hablado ya de que todo es energía y de que somos energía. La ropa que nos ponemos transmite también su vibración correspondiente. Rodearte de cosas bellas, hechas a mano, con materiales naturales, creatividad y amor te hace sentirte mil veces mejor que mil cosas sin alma, fabricadas en serie por seres humanos en condiciones de explotación intolerables.

Mi consejo es: ten poco, pero de máxima belleza y talento, que te haga sentir genial.

 

Sostenibilidad

Este apartado enlaza directamente con el anterior.

Como bien explica Laura Martínez Hortal, directora de la revista Gansos Salvajes, la moda sostenible es la que cumple con los siguientes requisitos:

  • Se respetan los derechos humanos en la fabricación
  • No se contratan menores de edad
  • Se utilizan solo materias ecológicas no tóxicas
  • Los tejidos son reciclables y duraderos
  • Se respeta el medio ambiente en el cultivo de materias primas
  • El embalaje y el transporte son de mínimo impacto
  • Se respeta a los animales
  • El comercio con el productor y el proveedor es justo
  • Se reducen y reciclan los residuos.

Todo un desafío, ¿verdad? Si no lo has hecho todavía, échale un vistazo al reportaje “Fashion Victims” de Salvados, emitido en su día por la Sexta.

Después de ver este tipo de reportajes, ¿a quién no se le queda mal cuerpo? Y la pregunta que surge es: ¿qué se puede hacer?

El primer paso, a mi entender, es no caer en la trampa de la culpabilidad que no soluciona nada, sino tomar conciencia e ir progresando poco a poco. La famosa mejora continua, o kaizen japonés.

Después, deshacer los dos argumentos principales a la hora de no optar por la moda sostenible:

1. Es demasiado cara: vuelve a mirar el punto número uno. ¿Te imaginas tener un armario con pocas prendas, de máxima calidad, sostenibles y que te llenen de bienestar y alegría cada vez que te las pones?

Una de las leyes universales es “lo que das, recibes”. Si no estamos dispuestos a pagar lo que vale el trabajo de alguien, no puedes pretender que a ti se te pague lo que vales tú.

¿No te llama la atención que la irrupción del low cost en la economía coincida con una vertiginosa bajada en los salarios? A mí me da que pensar…

2. No es bonita. ¿Bonita para quién? La belleza es subjetiva, no se basa en un canon. ¿Por qué no te atreves a tener tu propio criterio, no marcado por la industria de la moda?

  • Libérate de los dictados de los dictadores de tendencias y ponte lo que te dé la gana si te gusta y te sienta bien. Afortunadamente, la oferta de prendas sostenibles es cada vez más amplia y se va haciendo más habitual encontrar piezas bellísimas online o en tiendas de ropa alternativas.
  • Evita la que yo llamo “la Calle Globalización” y piérdete por pequeñas y encantadoras tiendecitas en calles desconocidas en las que se respira arte, creatividad y talento, en vez de producción en masa.  

 

Utilidad

Me resulta agobiante y me quita un montón de energía mirar a mi alrededor y encontrar cosas inútiles. Lo mismo me ocurre con prendas de ropa.

Me he vuelto muy selectiva a la hora de comprar. Esta es mi check list: cojo el objeto, lo miro y pienso

  • ¿Me hace papel o es un chisme más?
  • ¿Cuántas veces me lo voy a poner?
  • ¿Me gusta de verdad?
  • ¿Cómo me voy a sentir cuando me lo ponga?
  • ¿Dónde va a terminar cuando me harte?

Te aseguro que la decisión está tomada en cuestión de segundos. Requiere un poco de práctica pero es muy liberadora.

 

Libertad

La finalidad inicial de la ropa era protegerse de las inclemencias del tiempo. Las pieles de animales ejercían su función en invierno y, en verano, se podía disfrutar libremente de los rayos de sol sin las antiestéticas marcas del bañador. Hasta que, un buen día, alguien decidió que eso era indecente y la desnudez se convirtió en uno de los mayores tabúes de la historia de la humanidad.

Así que tuvimos que vestirnos.

Y con la vestimenta llegó la moda y, con ella, la distinción de clases, de grupos sociales y la esclavitud a sus dictados como dije en el punto anterior.

Pero, además, la ropa puede limitar seriamente la libertad de movimiento.

A veces pienso en prendas que me he puesto a lo largo de mi vida y no puedo evitar una sonrisa de compasión hacía mi misma: tacones imposibles, pantalones ceñidos, faldas ajustadas, medias, sujetadores, y un largo etcétera, y eso que se ha mejorado mucho y atrás quedaron los corsés y todos aquellos aparatos de tortura que supuestamente realzaban la figura. ¡Socorro!

Los chicos tampoco se quedan atrás, aunque la moda siempre ha sido menos despiadada con ellos. Piensa, por ejemplo, en corbatas y cinturones.

Vale, todo esto está genial, ¿verdad? Reflexionamos un momento y nos parece cierto y hasta lógico pero, a pesar de que ninguno de nosotros querría ver a sus hijos cosiendo ropa en condiciones miserables, seguimos mirando a otro lado y acabamos cayendo en la espiral.

 

¿Por qué seguimos mirando a otro lado?

Porque comprar ropa se ha convertido en una adicción más para llenar espacios vacíos de auténticos valores que, no es que se hayan perdido, sino que se nos han olvidado por completo.

Hemos convertido el tiempo de ocio en tiempo de consumismo. El ocio ya no se entiende sin gastar dinero. Hay que ir de compras, estar a la última, ir al cine, al teatro, de cena, de escapada de fin de semana, tener y tener.

Hay que evadirse para huir del vacío que la propia sociedad de consumo ha creado.

Pero lo que de verdad llena esos rincones vacíos es gratis, créeme: amistad, amor, besos, caricias, risas, naturaleza.

Así que, lo que hoy te propongo es:

  • Que abras tu armario, reflexiones y te liberes.
  • Que antes de comprar algo nuevo sientas la emoción que te produce
  • Que llenes tus rincones vacíos de valores importantes para ti y no de ropa y cosas inútiles.

Créeme, es un ejercicio muy bonito que te llena de energía positiva, te hace sentir ligero y en plena armonia.

 

Y ahora, ¡cuéntame!

¿Qué hay en tu armario?

¿Eres prisionero de la ropa? ¿Y de la moda?

¿Compras ropa para llenar algún vacio? 

Sería estupendo que compartieras con nosotros tu experiencia

¡Un abrazo enorme!

kiki firma

 

 

 

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Soy Kiki Nárdiz, coautora del blog Rewilding Drum, desde el que comparto estrategias y herramientas para ayudarte a salir del automatismo y a recuperar la energía vital a través del contacto consciente con la naturaleza. Te regalo mi guía “7 errores que te alejan de tu naturaleza salvaje y cómo solucionarlos”.

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