Hasta hace unos tres años era una incondicional del tacón alto y la vida sin él era impensable.

Si bien es cierto que cada vez iba disminuyendo su altura y usándolos menos, nunca me había planteado lo que realmente significaba y suponía el reinado del tacón en nuestra mi vida.

A medida que fui dando pasos para reconectarme de nuevo con la naturaleza, me cuestioné muchas cosas, pero reconozco que el uso del tacón ha sido una de las últimas. Me costaba horrores imaginarme con zapato plano.

Una intuye (en realidad, sabe) que puede ser perjudicial para la salud, pero está dispuesta a sacrificar salud por imagen porque, ya lo decían las abuelas, o al menos la mía:

Para presumir hay que sufrir.

Tras leer mucho e informarme a conciencia sobre el asunto, muchas preguntas acudieron a mi cabeza.

Me quedaba muy claro que usar zapatos no era lo más recomendable, así que llevarlos de tacón ni te cuento el daño que suponía, pero había algo más allá del mero daño físico:

¿Quién decidió un día que era bonito?

¿Por qué nos lo creímos?

¿Para qué los usamos?

¿Qué hay detrás del uso ciego del tacón?

¿Por qué algo antinatural se ha convertido en algo normal?

Hoy me gustaría analizar lo que Julia Roberts denominó “la irracionalidad de los tacones” y para ello vamos a ir por partes:

¿Qué pasa a nivel físico?

¿Qué pasa en nuestra mente?

 

Zapatos de tacón, pies deformes y débiles

 

Ya he hablado en otros artículos de los inconvenientes de utilizar calzado convencional y las ventajas de caminar descalzo.

En el post de hoy me voy a concentrar en lo que pasa con tus pies cuando les sometes a la tortura del zapato de tacón.

Empezamos.

 

#1. Pérdida sensorial

Para empezar, nuestros pies son auténticas obras de arte con una extraordinaria capacidad sensorial gracias a sus miles de conexiones nerviosas en su planta.

Al igual que ocurre con otros sentidos como el olfato o la vista, los pies nos proporcionan información del medio en el que nos movemos y de la posición que ocupamos en él. De este modo, nos ayudan a formarnos una imagen del mismo.

Pero el mundo moderno está lleno de interferencias que dificultan esa labor, como zapatos y superficies regulares carentes de relieve. Así, las imágenes que nos llegan del terreno están distorsionadas.

Hemos perdido la capacidad de sentir a través de nuestros pies.

 

#2. Debilidad muscular

 Esta deriva del punto anterior. En el reino del asfalto ya no hace falta que los pies se adapten a terrenos y superficies diferentes, lo que da como resultado unos músculos mucho más débiles.

 

#3. Pies deformados e inmóviles

Un pie natural es ancho y con los dedos separados. Ello permite el equilibrio y la estabilidad sobre las superficies que pisamos. Los pies libres son anchos para sentir y adaptarse mejor al terreno por el que se desplazan, sea del tipo que sea.

Los pies deformados e inmovilizados por el uso del calzado convencional son estrechos y con los dedos juntos, por lo que la adaptación al terreno se complica.

En el mundo civilizado y domesticado en el que vivimos el terreno es siempre regular, lo que favorece el debilitamiento de nuestros pies, que ya no reciben el estímulo de suelos irregulares.

 

#4. Acortamiento del tendón de Aquiles y de los gemelos

Muchas mujeres que han llevado tacones durante años no pueden caminar con zapatos planos debido a este hecho. En mi caso, me ha costado más de tres años de rehabilitación. Te lo cuento más abajo.

 

#5. Empeoramiento de la postura

Esto ocurre ya que, al caminar con zapatos de tacón, la espalda se echa hacia delante y el peso corporal recae en los dedos de los pies.

Esto nos obliga a adoptar posturas que compensen el desequilibrio provocado.

El resultado son modificaciones estructurales que afectan a buena parte del cuerpo, como tobillos, rodilla, cadera y columna vertebral.

 

#6. Incremento del riesgo de caídas y lesiones

Por poner un ejemplo, los tacones reducen la flexibilidad y movilidad del tobillo, por lo que el riesgo de sufrir esguinces aumenta.

 

#7. Se modifica la forma natural de caminar

Desplazarse con este tipo del calzado altera la biomecánica de la marcha dando paso a una manera artificial y descompensada de caminar con todos los inconvenientes que ya hemos comentado.

 

Después de leer esto quizás empieces a plantearte reducir su uso o incluso mandar al garete tus preciados zapatos de tacón, pero ¡espera!

No es algo que puedas hacer de la noche a la mañana. Después de años de maltrato y deformidad, tus pies son débiles y poco flexibles. Van a necesitar rehabilitarse, de lo contrario puede que te lesiones todavía más.

Yo tuve que pasar por un largo proceso de rehabilitación que todavía hoy dura, pero que ha valido enormemente la pena.

Sigue leyendo, ¡lo comparto contigo en el siguiente punto!

 

Mi largo proceso de rehabilitación

 

No podemos lanzarnos a correr descalzos como si nada, después de años utilizando a diario calzado convencional y tacones.

Hay que llevar a cabo un importante periodo de transición que dependerá del estado en que se encuentren tus músculos, huesos y articulaciones.

Estos son los pasos que yo seguí:

  • Empecé caminando descalza un par de minutos por diferentes tipos de terreno (en casa, sobre la hierba, en el bosque, sobre la arena) aprendiendo a sentir la tierra y analizando cómo se sentía mi cuerpo inmediatamente después y al día siguiente.

Según iba aumentando el confort, incrementé el tiempo de caminata hasta ser capaz de caminar por un tiempo prolongado sin sentir molestia alguna.

  • Introduje la sentadilla en mi rutina diaria, manteniendo la posición final, primero unos segundos, después un minuto al día y dos minutos actualmente.

Es una postura que me ha costado tres años lograr mantener sin sentir incomodidad o incluso dolor en diferentes partes del cuerpo, especialmente en los gemelos y en la cadera.

Durante los dos primeros años de rehabilitación tuve que agarrarme a algún objeto, tipo mesa o silla, para mantener el equilibrio.

Sabiendo que esta ha sido durante miles de años nuestra posición de descanso natural, te puedes hacer una idea de cuán atrofiados estamos.

  • Comencé a correr descalza o con calzado minimalista una vez que mis pies ya eran mucho más fuertes y habían recuperado buena parte de su movilidad.

La primera vez que corrí descalza por el bosque, aparte de lo bien que me sentaba, la reconexión con la tierra fue intensa. Era como fundirte con el paisaje, sentir el frío del suelo, la textura blanda del barro mezclada con la dureza de ramitas, piedras, raíces y algún que otro escarabajo. Un sinfín de sensaciones que llevaba años perdiéndome.  

  • Además, desde el principio introduje algunos de los ejercicios que propone Katy Bowman en su libro Move your DNA para fortalecer y recuperar la movilidad de los pies:
  1. Estiramientos de gemelo (foto)
  2. Estiramientos del empeine (foto)
  3. Movilización de huesos del pie (foto)

 

 

  • Y por supuesto, dejé de utilizar calzado convencional. Siempre que puedo voy descalza y si no es posible, uso solo calzado minimalista.

En comparación con muchas amigas, siempre he tenido pocos zapatos, pero en realidad, cuando hice el cambio me di cuenta de que seguían siendo muchos. Ahora he logrado pasar de más de 20 pares a tan solo 5:

 

1 – Botas para el invierno

2 – Botas de trekking

3 – Zapatillas de deporte

4 – Bailarinas

5 – Chanclas

¡Y qué ligera me siento!

 

Resultados

 

Te enumero algunas de las mejoras que he podido constatar:

  • Disminución del dolor de espalda, aunque esto se debe, no solo al cambio de calzado sino a la adopción de otros hábitos como el uso mínimo de la silla. 
  • Más fuerza y mejor movilidad en los pies. Durante los años que andaba con tacones se me solían doblar los tobillos con facilidad, aunque anduviera descalza o con zapato plano, ante la menor irregularidad de la superficie. Esto ya no me sucede y el pie se mantiene mucho más estable.
  • Recuperación de la forma del pie. No me he hecho ninguna radiografía, ni antes ni después de esta aventura, como para decirte qué ha cambiado exactamente.

Lo que sí puedo afirmar es que la mayoría de los zapatos que usaba antes me resultan ahora estrechos y me aprietan el pie. He dejado de ponérmelos y solo uso calzado minimalista o voy descalza si el tiempo y la ocasión lo permiten.

Y la prueba definitiva: mis zapatos de bailar flamenco, sencillamente, ya no me entran (esto sí que me da un poco de pena, me los fabricaron a medida y les tengo mucho cariño, tendré que guardarlos a modo de recuerdo).

 

¿Para qué nos ponemos tacones?

 

Por si lo de arriba no te ha parecido todavía demasiado convincente como para abandonar para siempre tus amados tacones, te lanzo esta pregunta:

¿Para qué te pones tacones?

Posibles respuestas:

  • te hace sentir más segura,
  • más alta
  • más estilizada
  • más elegante
  • más respetable
  • más sexy
  • ¿?

Hemos asumido esta imposición de la sociedad y de los dictadores de la moda sin rechistar y nos hemos convertido en esclavas de la imagen y de lo que van a pensar los demás. Y permanecemos impasibles ante consejos tan patéticos como estos.

El condicionamiento social en este sentido es brutal ya que nos lleva a asumir como normal y, a veces hasta obligatorio, algo que es una tortura en toda regla.

Por no hablar de casos más extremos en los que te expulsan del trabajo por no cumplir un ridículo dress code que privilegia convencionalismos sociales por encima de salud. Yo me atrevería a calificarlo de ¿violencia?

Los medios dictan lo que debemos ponernos y lo que debemos decir para ser socialmente aceptados.

¿Por qué aceptamos como bonito algo que nos hace daño, que limita nuestro movimiento, que es incómodo y que es antinatural?

Yo creo que por pura inconsciencia e ignorancia. Porque vivimos desde hace años con el piloto automático encendido, inmersos en la prisa, el estrés y el consumismo.

El pensamiento crítico está en horas bajas. ¿Quién tiene tiempo para pensar? Si hay que llevar tacón se lleva y punto.

Así que el primer paso, como siempre, es parar, reflexionar y tomar conciencia.

Después, en mi opinión, no queda otra que:

  • ser honestas con nosotros mismas,
  • atrevernos a cuestionar lo establecido por raro o incómodo que nos parezca,
  • ser coherentes con nuestros valores personales más elevados.

El día que me atreví a presentarme en una boda con un bonito vestido y bailarinas minimalistas me consideré curada de mi dependencia de los tacones.

¿Y qué paso? Absolutamente nada. ¡Ah, sí! que no llegué a casa con los pies destrozados después de tanto baile y muchas horas de pie.

 

Conclusión

 

El zapato (de tacón) es otra capa más que nos separa de la naturaleza y limita nuestra libertad.

Por ello, te invito a hacerte esta pregunta:

¿Qué te importa más, tu libertad o los dictados de la sociedad y el qué dirán?

Yo lo tengo bien claro, pero ahí lo dejo, para que hagas tu propia reflexión.

¡Me gustaría mucho que me lo contaras en los comentarios!

¡Que tengas un día muy feliz!

kiki firma

 

 

 

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Soy Kiki Nárdiz, coautora del blog Rewilding Drum, desde el que comparto estrategias y herramientas para ayudarte a salir del automatismo y a recuperar la energía vital a través del contacto consciente con la naturaleza. Te regalo mi guía “7 errores que te alejan de tu naturaleza salvaje y cómo solucionarlos”.

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