¿Por qué cuando llega el verano, la inmensa mayoría salimos despavoridos de la ciudad en busca de un entorno natural?

Da lo mismo que sea una playa o una montaña, un río o un paraje rural, aunque casi siempre de forma inconsciente, todos deseamos reconectarnos a la fuente original, que es la naturaleza. Huimos del mundo artificial que nosotros mismos hemos creado para llenarnos de sol, de aire puro, de agua de mar o de río, para saborear la deliciosa comida local de los lugares que visitamos y, en definitiva, para volver a equilibrarnos.

En nuestro caso, este año aventuramos dirección sur. Por cuestiones familiares, tocaba playa, la cual hemos disfrutado todos al máximo. A primera vista podría parecer sencillo llevar una vida más salvaje en un entorno playero que en una ciudad. Pero, después de analizarlo con cautela, pronto nos dimos cuenta de que no era siempre tan evidente.

A la costa española se desplazan muchas personas que trasladan su vida de la ciudad a la playa y pocas cosas cambian. Hasta el ritmo, que a priori podría parecer ser más lento, sigue, con frecuencia, siendo trepidante: playa, piscina, salir, entrar, quedar con amigos, hacer deporte… Total, un no parar.

En este sentido, lo más positivo del lugar donde nos hallábamos era que no siempre se encontraba una conexión wifi, por lo que la desconexión era casi obligada.

A pesar de todo, queremos demostrarte que llevar un estilo de vida menos domesticado y más humano (rewilding) es posible en cualquier entorno al que te desplaces. Se trata, como siempre, de un cambio de hábitos y de estar más presente en lo que hacemos.

Nosotros estamos ya de vuelta de vacaciones pero, quizás, tú estás en ello o a punto de partir. Por todo esto, te compartimos algunos trucos facilísimos de aplicar para que luego nos cuentes qué te han parecido.  

 

1. Come local y de temporada

La mayoría de sitios costeros en España están plagados de pizzerías, hamburgueserías y comida barata para turistas, tanto locales como extranjeros. Sin embargo, todavía quedan algunos lugares donde puedes degustar delicias locales.

Probar la comida local en abundancia es como probar un pedacito de ese sitio que te acoge. Y tampoco hay que complicarse la vida: sandías, melocotones, cerezas, melones, tomates… Adoro la fruta mediterránea y cada bocado que pruebo me hace profundamente feliz.

 

2. Duerme al aire libre

Dormir sin otro techo que la luna y las estrellas es una experiencia extraordinaria. La mayoría dormimos 365 días al año en lugares cerrados con temperaturas controladas: calefacción o aire acondicionado.

Dormir al aire libre te permite respirar el aire puro y fresco de la noche en una atmósfera libre de contaminación electromagnética.

Pruébalo y hasta te sentirás rejuvenecer.

 

3. Contempla a menudo la salida y la puesta del sol

Si hay espectáculos sobrecogedores que cada día se nos ofrecen generosamente gratis son, a mi juicio, estos dos. La mágica y poderosa luz de un nuevo día que comienza frente a tus ojos y la calma de la luz anaranjada de ese día que ya quedó atrás.

La luz del amanecer te recarga de energía para afrontar la jornada. La del atardecer, por su parte, te invita al sosiego y al descanso.

Es una forma única de vivir en el único momento que existe: el presente.

 

4. Practica la belleza salvaje

Caminado por la playa escuché a una chica decirle a otra que no se bañaba para que no se le estropearan las uñas que se acababa de pintar. ¡Cómo nos complicamos la vida! 

Practicar la belleza salvaje significa para mí sacarte partido con lo que te ofrece la naturaleza, y que en verano es mucho. Por ejemplo:

  • Tomar el sol de forma natural embellece sí o sí. (Más información aquí y aquí). ¡Olvídate del maquillaje!
  • Respirar el aire puro del mar rejuvenece por la concentración de iones negativos que destensan los nervios y favorecen el buen humor. Además, contiene gran cantidad de oligoelementos que, al respirarlos, nos ayudan a reforzar el sistema inmunitario.
  • Déjate de potingues y aprovecha la arena de mar para hacerte un exfoliante natural. Tu piel quedará tan suave como la de un bebé y si después, ya en casa (no al sol), te aplicas aceite de coco el efecto es espectacular.
  • Lavarse el pelo en el mar es una sensación única. Para no contaminarlo con ingredientes dañinos para el medioambiente (y para ti) puedes fabricarte un champú casero batiendo un huevo con una infusión bien cargada de ortiga o romero. Masajéate el cabello con la mezcla y aclara en el mar. Te sorprenderá el resultado.

 

5. Descalzos, por favor

Ya hemos hablado en numerosas ocasiones de los beneficios de esta práctica y el verano es la mejor estación para llevarla a cabo. Hoy te cuento una pequeña anécdota.

Una noche, caminado por una calle cercana al mar hacia el lugar donde habíamos quedado con unos familiares, un transeúnte que venía por detrás pisó sin querer mi chancla y esta se rompió. Decidí guardar las dos chanclas en la bolsa que llevaba y seguir descalza. Mi sobrina de 10 años que me acompañaba, me preguntó si ella también podía ir sin chanclas. ¡Pues claro, corazón! Me miraba con incredulidad, acostumbrada ya, como yo a su edad, a que todo el mundo le dijera repetida e imperiosamente que se pusiera los zapatos. Echó a andar feliz como unas castañuelas. Pude observar en ella, con toda claridad, a ese duendecillo salvaje que todos llevamos pero que constantemente nos empeñamos en acallar, en nosotros y en los demás.

 

6. No pares, ¡sigue, sigue!

Muévete todo el día sin parar, al aire libre. ¡Es ahora o nunca! El trabajo en el ordenador nos roba tantas horas de movimiento que si no nos recuperamos en verano, ¡ya me contarás cuando lo haríamos!

Las posibilidades son tantas como tu imaginación y tu espíritu aventurero te lo permita: caminar, correr, explorar nuevas rutas (si el calor te espanta tanto como a mí, hay rutas nocturnas y de madrugada), nadar, navegar, surfear, bucear, bailar, practicar movnat (el movimiento natural playero tiene mucho juego, créeme ), yoga, taichí… En fin, que no hay excusa.  Pero, sobre todo, procura que sea divertido y que te haga disfrutar.

Si ya eres de los que se mueve a diario, tu desafío puede consistir en motivar a otros para que se muevan. Para nosotros fue muy esperanzador ver como los niños que estaban con nosotros este verano aparcaban entusiasmados sus móviles para hacer una sesión de movnat a primera hora de la mañana. Sus caras de ilusión la primera vez que montaban en kayak o en una tabla de surf valían más que todo el dinero del mundo. 

 

7. Relaciónate

Somos seres sociales y necesitamos del contacto humano.

Te recomiendo que apagues tus dispositivos electrónicos, que dejes de buscar pokemones y que te relaciones con las personas que te rodean:

  • Escuchas sus historias
  • Juega con los niños
  • Charla con el que tienes al lado
  • Aprende expresiones y costumbres locales
  • Hazte amigo del camarero

Esos pequeños momentos te conducen con más seguridad a la felicidad que observar el mundo a través de pantallas.

 

8. Haz el amor

No creo que este punto necesite explicación…

 

Ahora te dejo que sigas disfrutando de tu verano pero antes, ¡cuéntame!  ¿Cómo haces para que éste sea un poquito más salvaje?

Un abrazo,

kiki firma

PD: En relación a este tema te podría interesar también el artículo de Bert publicado recientemente en la revista anglosajona The Bushcraft Journal. .

 

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Soy Kiki Nárdiz, coautora del blog Rewilding Drum, desde el que comparto estrategias y herramientas para ayudarte a salir del automatismo y a recuperar la energía vital a través del contacto consciente con la naturaleza. Te regalo mi guía “7 errores que te alejan de tu naturaleza salvaje y cómo solucionarlos”.

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